Alcohol y volante no hacen buena pareja
Treinta años después, esas cifras en Argentina siguen casi inalterables ya que en 2019, según la organización Luchemos por la Vida, la cantidad de víctimas fatales fue de 6.627 y en España rondó las 1.100 fallecidos bajo estas circunstancias. ¿Qué pasó en todo este tiempo en materia de seguridad vial? En Argentina poco y nada; en España funcionó la prevención y las campañas realizadas para tal fin.
De acuerdo a una publicación del diario El País, en el Ministerio del Interior de España indican que los datos de siniestralidad vial de 2019 no son fruto de la casualidad: “Hay una consistencia detrás”. Y esa consistencia, dicen, tiene nombre y apellido: Pere Navarro, el director General de Tráfico desde julio de 2018. “Su regreso se ha notado. Ha vuelto a traer el debate de la seguridad vial a la agenda política”.
¿Por qué traemos a colación esta publicación de El País? Porque en ella radica buena parte de la respuesta que hace falta para que finalmente haya menos muertos en las rutas de nuestro país: compromiso político. La Seguridad Vial debería ser una política de Estado, pero hoy las preocupaciones de los dirigentes de Argentina pasan claramente por otro lado, y así nos va, con rutas cada vez más amarillas por estrellas pintadas en recuerdo de aquellos que ya no están.
Pero en Argentina hay una dato alentador, la cantidad de víctimas por accidentes de tránsito bajó un 9% respecto de 2018, aunque tener hoy 18 muertos por día por esta causa sigue siendo un despropósito.
Y uno de los flagelos que se hace presente en las rutas y caminos de Argentina tiene que ver con el alcohol al volante, una conducta que cuesta erradicar pese a algunas campañas que apuntan a mejorar la situación en este sentido.
El alcohol al volante está presente en el 50% de los accidentes de tránsito que terminan con víctimas fatales o lesionados graves. Efectivamente, las cifras son tan crudas como eso: la mitad de las muertes por incidentes viales en las rutas de Argentina son causadas por conductores que consumieron bebidas alcohólicas antes de sentarse al volante del auto.
Otros datos que pueden ayudar a comprender en parte este grave problema. Un estudio de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ASNV) determinó que en la Argentina el 50% de los jóvenes de entre 16 y 30 años asegura que sus amigos conducirían después de tomar alcohol, a pesar de que el 93% sabe que esto aumenta el riesgo de morir en un accidente. Además, el 27% admitió que en el último año manejó luego de haber tomado.
En conclusión, el problema está presente y es grave, es difícil de controlar y a pesar de existir conciencia sobre sus probables consecuencias se continúa con la práctica de beber y salir a manejar.
Encuestas realizadas sobre el consumo de alcohol antes de conducir muestran que siete de cada diez conductores considera que debería haber más controles de alcoholemia en rutas y ciudades. El relevamiento que aportó estos datos fue realizado por el Observatorio Vial de la Cecaitra, cámara que nuclea a las empresas de productores de software vial.
El trabajo efectuado en Capital Federal y el Gran Buenos Aires consultó respecto de si debería haber más controles de alcoholemia en las calles y el 71% dijo que sí, el 11% dijo que no y el 18% no se volcó por ninguna de las dos respuestas.
Teniendo en cuenta el sexo de los encuestados, las mujeres eligieron en un 75% el aumento de los controles, mientras que el porcentaje disminuyó a 67% en los hombres. En cuanto a las edades no hubo diferencias significativas.
“Que 7 de cada 10 personas estén de acuerdo con el aumento de los controles de alcoholemia da cuenta de que el peligro que representa el alcohol al conducir es conocido por la gran mayoría. Debemos continuar trabajando en la generación de conciencia vial ya que el respeto y la responsabilidad en las calles es fundamental para disminuir los siniestros viales”, expresó Facundo Jaime, vocero del Observatorio Vial de la Cecaitra.
En la misma encuesta se preguntó si “estaría de acuerdo con que se prohíba la venta de alcohol en rutas, estableciendo un corredor seco”. Más de la mitad (57%) estuvo de acuerdo con la idea; un 22% dijo que no y un 21% no sabía.
La ONG “Luchemos por la Vida” difundió en su sitio web los efectos del alcohol en la conducción. Así plantea que con 0,0 g/l de alcohol en sangre no hay dificultad para actuar en el tránsito, ya que hay pleno dominio de la facultades para circular responsablemente, por lo que es nivel de riesgo es nulo.
Pero el riesgo sube a medio y la dificultad asciende a moderada con 0,3 de alcohol por litro de sangre, ya que se disminuye la capacidad de atender a situaciones de peligro. Además, las respuestas comienzan a ser más lentas.
Con 0,5 de alcohol en sangre (lo máximo permitido para conducir en nuestro país, salvo en aquellos lugares donde rige la tolerancia cero), el riesgo es alto, la dificultad es de moderada a severa y entre los síntomas aparece la reducción de la visión con dificultades de enfoque, lo que ocasiona desatención a las señales de tránsito, ya que no pueden ser percibidas adecuadamente.
La dificultad pasa a severa con 0,8 de alcohol en sangre, ya que la motricidad se ve afectada, se retardan los movimientos y, además, aparece una sensación de euforia y confianza. El riesgo es alto y el manejo se transforma agresivo y temerario, obedeciendo a impulsos sin razonar.
Con 1,5 de alcohol en sangre la dificultad es crítica y no se puede conducir. El estado de ebriedad es importante, los reflejos alterados y la reacción es lenta e imprecisa. La concentración visual se deteriora y mantener la atención se dificulta en extremo. El riesgo es muy alto, según lo publicado por la asociación que trabaja en la temática vial.
Entonces, solo resta seguir trabajando y fortaleciendo las campañas en este sentido para lograr la disminución de muertes por accidentes de tránsito en Argentina. Una tarea que no puede claudicar si lo que se quiere es obtener resultados a mediano y largo plazo. Caso contrario, la lista que fallecidos seguirá tan firme como lo estuvo en estos últimos treinta años en el país.